LA CORONACIÓN DEL REY DE REYES Y LOS REDIMIDOS

Entonces vi el cielo abierto; y he aquí un caballo blanco, y el que lo montaba se llamaba Fiel y Verdadero, y con justicia juzga y pelea… Estaba vestido de una ropa teñida en sangre; y su nombre es: EL VERBO DE DIOS.  Y los ejércitos celestiales, …le seguían en caballos blancos… Y en su vestidura y en su muslo tiene escrito este nombre: REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES” (Apocalipsis 19:11-16).

 

Saludos mis amigos en Cristo. Hoy quiero invitarte para que conozcas a Cristo Jesús, viniendo como Rey de reyes y Señor de señores, y juntos, al final del milenio en esta tierra, contemplemos su coronación cuando estemos allí, pero lo más importante, que hagas planes para estar con Él, redimido y salvado por su gracia. De todos es bien conocido que, cuando un rey o gobernante en esta tierra es coronado o toma protesta, después de haber sido elegido por su nación; las personas más importantes están allí para ser testigos públicos de su nuevo cargo como presidente o rey de una nación, gobernador de estado o presidente municipal: sus familiares, sus amigos, y sus colegas o gobernantes de otras naciones.

 

E igualmente, al final de la historia de esta tierra, se llevará acabo la coronación del Gran Rey de reyes y Señor de señores, nuestro Señor Jesucristo. Y a todos los que le recibieron en esta tierra (Juan 1:12-13), que le aceptaron como su Salvador personal (Mateo 1:23), guardando sus mandamientos (Juan 14:15), y sirviendo de los demás (Mateo 25:31-40), les levantará para vida eterna (Juan 14:2.3) y para que contemplen su gloria. ¿Te gustaría estar ahí?

 

¿Sabías que, todos los reyes de esta tierra tuvieron su oportunidad de ser buenos o malos mayordomos de los recursos de su nación que pertenece a Dios? La Escritura dice: “De Jehová es la tierra y su plenitud; El mundo, y los que en él habitan. Porque él la fundó sobre los mares, Y la afirmó sobre los ríos. ¿Quién subirá al monte de Jehová? ¿Y quién estará en su lugar santo? El limpio de manos y puro de corazón; El que no ha elevado su alma a cosas vanas, Ni jurado con engaño. Él recibirá bendición de Jehová, Y justicia del Dios de salvación” (Salmo 24:1-5).  Y aunque muchos fueron grandes conquistadores porque conquistaron naciones para sí, las sometieron y se adueñaron de sus riquezas, fueron solo reinos temporales. Desde el rey David y su hijo Salomón en Israel, el rey Nabucodonosor de Babilonia; el rey Ciro, Darío y Artajerjes de Medo Persia; Alejandro el Grande de Grecia, Nerón y Calígula de Roma, Napoleón Bonaparte de Francia, Hitler de Alemania, George Washington en USA, etc. pero de todos ellos.

 

¿Qué herencia nos dejaron a la humanidad como para recordarlos como buenos gobernantes? Algunos sirvieron a Dios y le adoraron, y fueron llenos de sabiduría como David y Salomón; otros, dieron libertad a su pueblo como George Washington en USA y Mahatma Gandhi en la India; algunos más, lo esclavizaron y lo llevaron a la ruina como Nerón y Calígula; otros fueron instrumentos de Dios para predicar el evangelio en naciones paganas como los reyes de Medo Persia, algunos más fueron vencidos en la batalla como Napoleón y Hitler por su despotismo, etc. Y la pregunta: ¿Murieron con alguna esperanza de resurrección de vida eterna?

 

Vayamos a la Escritura y leamos nuestra historia:

 

1)    Jesús es le Único que puede salvarnos del pecado por su gracia: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna” (Juan 3:16). “Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, 24 siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús” (Romanos 3:23-24). “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; 9 no por obras, para que nadie se gloríe” (Efesios 2:8-9).

 

2)    Cuando el venga en las nubes de los cielos, se llevará a todos sus escogidos e hicieron planes con Él, la Escritura dice: “Entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo; y entonces lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria. Y enviará sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán a sus escogidos, de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro” (Mateo 24:30-31). “Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor. Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras” (1ª Tesalonicenses 4:16-18).

 

3)    Estaremos con Él en el cielo durante el milenio: “Y vi tronos, y se sentaron sobre ellos los que recibieron facultad de juzgar; y vi las almas de los decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios, los que no habían adorado a la bestia ni a su imagen, y que no recibieron la marca en sus frentes ni en sus manos; y vivieron y reinaron con Cristo mil años. Pero los otros muertos no volvieron a vivir hasta que se cumplieron mil años. Esta es la primera resurrección. Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad sobre estos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años” (Apocalipsis 20:4.6).

 

4)    Descenderemos con Él en la santa Ciudad: “Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más. Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido. Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios. Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron” (Apoc. 21:1-4).

 

Dice una escritora: “AL FIN de los mil años, …. Cristo baja sobre el Monte de los Olivos, de donde ascendió después de su resurrección, y donde los ángeles repitieron la promesa de su regreso: “Y habiendo dicho estas cosas, viéndolo ellos, fue alzado, y le recibió una nube que le ocultó de sus ojos. Y estando ellos con los ojos puestos en el cielo, entre tanto que él se iba, he aquí se pusieron junto a ellos dos varones con vestiduras blancas, los cuales también les dijeron: Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo” (Hechos 1:9-11). El profeta dice: "Vendrá Jehová mi Dios, y con él todos los santos." "Y afirmaránse sus pies en aquel día sobre el monte de las Olivas, que está frente de Jerusalén a la parte de oriente: y el monte de las Olivas, se partirá por medio . . . haciendo un muy grande valle." "Y Jehová será rey sobre toda la tierra. En aquel día Jehová será uno, y uno su nombre" (Zacarías 14: 5, 4, 9.) La nueva Jerusalén, descendiendo del cielo en su deslumbrante esplendor, se asienta en el lugar purificado y preparado para recibirla, y Cristo, su pueblo y los ángeles, entran en la santa ciudad (Conflicto de los Siglos, p. 720-721).

 

Presenciaremos su coronación y viviremos por la eternidad: “Por orden de Jesús, se cierran las puertas de la nueva Jerusalén, y los ejércitos de Satanás circundan la ciudad y se preparan para el asalto. Entonces Cristo reaparece a la vista de sus enemigos. Muy por encima de la ciudad, sobre un fundamento de oro bruñido, hay un trono alto y encumbrado. En el trono está sentado el Hijo de Dios, y en torno suyo están los súbditos de su reino. Ningún lenguaje, ninguna pluma pueden expresar ni describir el poder y la majestad de Cristo. La gloria del Padre Eterno envuelve a su Hijo. El esplendor de su presencia llena la ciudad de Dios, rebosando más allá de las puertas e inundando toda la tierra con su brillo. (Conflicto de los Siglos, p. 722-723).

 

¿Quiénes están en la Coronación con Jesús? “Inmediatos al trono se encuentran los que fueron alguna vez celosos en la causa de Satanás, pero que, cual tizones arrancados del fuego, siguieron luego a su Salvador con profunda e intensa devoción. Vienen después los que perfeccionaron su carácter cristiano en medio de la mentira y de la incredulidad, los que honraron la ley de Dios cuando el mundo cristiano la declaró abolida, y los millones de todas las edades que fueron martirizados por su fe. Y más allá está la "grande muchedumbre, que nadie podía contar, de entre todas las naciones, y las tribus, y los pueblos, y las lenguas . . . de pie ante el trono y delante del Cordero, revestidos de ropas blancas, y teniendo palmas en sus manos." (Apocalipsis 7: 9). Su lucha terminó; ganaron la victoria. Disputaron el premio de la carrera y lo alcanzaron” (Conflicto de los Siglos, p. 723).

 

“En presencia de los habitantes de la tierra y del cielo reunidos, se efectúa la coronación final del Hijo de Dios. Y entonces, revestido de suprema majestad y poder, el Rey de reyes falla el juicio de aquellos que se rebelaron contra su gobierno, y ejecuta justicia contra los que transgredieron su ley y oprimieron a su pueblo. El profeta de Dios dice: "Vi un gran trono blanco, y al que estaba sentado sobre él, de cuya presencia huyó la tierra y el cielo; y no fue hallado lugar para ellos. Y ví a los muertos, pequeños y grandes, estar en pie delante del trono; y abriéronse los libros; abrióse también otro libro, que es el libro de la vida: y los muertos fueron juzgados de acuerdo con las cosas escritas en los libros, según sus obras." (Apocalipsis 20:11, 12) (Conflicto de los Siglos, p. 724).

 

5)    Y finalmente, el mal será erradicado: Satanás será echado al Lago de fuego y azufre para ser consumido, y eliminado por la eternidad. “…Pero los otros muertos no volvieron a vivir hasta que se cumplieron mil años” (Apoc. 20:5). “Cuando los mil años se cumplan, Satanás será suelto de su prisión, y saldrá a engañar a las naciones que están en los cuatro ángulos de la tierra, a Gog y a Magog, a fin de reunirlos para la batalla; el número de los cuales es como la arena del mar. Y subieron sobre la anchura de la tierra, y rodearon el campamento de los santos y la ciudad amada; y de Dios descendió fuego del cielo, y los consumió.  Y el diablo que los engañaba fue lanzado en el lago de fuego y azufre, donde estaban la bestia y el falso profeta; y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos” (Apocalipsis 20:7-10).

 

El Conflicto de los Siglos dice: “Entonces Satanás se prepara para la última tremenda lucha por la supremacía. Mientras estaba despojado de su poder e imposibilitado para hacer su obra de engaño, el príncipe del mal se sentía abatido y desgraciado; pero cuando resucitan los impíos y ve las grandes multitudes que tiene al lado suyo, sus esperanzas reviven y resuelve no rendirse en el gran conflicto. Alistará bajo su bandera a todos los ejércitos de los perdidos y por medio de ellos tratará de ejecutar sus planes. Los impíos son sus cautivos. Al rechazar a Cristo aceptaron la autoridad del jefe de los rebeldes. Están listos para aceptar sus sugestiones y ejecutar sus órdenes. Pretende ser el príncipe que tiene derecho a la posesión de la tierra y cuya herencia le ha sido arrebatada injustamente. Se presenta ante sus súbditos engañados como redentor, asegurándoles que su poder los ha sacado de sus tumbas y que está a punto de librarlos de la más cruel tiranía. Habiendo desaparecido Cristo, Satanás obra milagros para sostener sus pretensiones. Fortalece a los débiles y a todos les infunde su propio espíritu y energía. Propone dirigirlos contra el real de los santos y tomar posesión de la ciudad de Dios. En un arrebato belicoso señala los innumerables millones que han sido resucitados de entre los muertos, y declara que como jefe de ellos es muy capaz de destruir la ciudad y recuperar su trono y su reino.  Allí hay reyes y generales que conquistaron naciones, hombres valientes que nunca perdieron una batalla, guerreros soberbios y ambiciosos cuya venida hacía temblar reinos. La muerte no los cambió. Al salir de la tumba, reasumen el curso de sus pensamientos en el punto mismo en que lo dejaran. Se levantan animados por el mismo deseo de conquista que los dominaba cuando cayeron.

Satanás consulta con sus ángeles, y luego con esos reyes, conquistadores y hombres poderosos. Consideran la fuerza y el número de los suyos, y declaran que el ejército que está dentro de la ciudad es pequeño, comparado con el de ellos, y que se lo puede vencer. Preparan sus planes para apoderarse de las riquezas y gloria de la nueva Jerusalén (Conflicto de los Siglos, p. 721-722).

 

Y finalmente dice la Escritura: “…y de Dios descendió fuego del cielo, y los consumió. Y el diablo que los engañaba fue lanzado en el lago de fuego y azufre, donde estaban la bestia y el falso profeta; y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos” (Apocalipsis 20:9-10). 

 

 

¿Estarás aquí para presenciar la Coronación y la gloria del Gran Rey, nuestro Salvador Jesucristo? Tú decides. Prepárate para estar allá. Dios te bendiga y te guarde para la eternidad.