LA LEY DE LA SIEMBRA Y LA COSECHA

 

Nos os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará (gálatas 6:7). Pero esto digo: el que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará. y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo suficiente, abundéis para toda buena obra (2ª Corintios 9:6, 8).

 

La ley de la siembra y la cosecha es muy conocida en el campo de la Agronomía y en éste punto el campesino o el Ingeniero Agrónomo no pueden ignorar los tiempos dados por el cielo para poder aprovechar todos los recursos dados por la naturaleza (sol, lluvias) y sembrar la semilla, con una postrer abundancia de cosecha. Ésta ley también es conocida en el campo de la Física como la 3ª Ley de Newton: A toda acción corresponde una reacción; o en el campo de la filosofía: la ley de la causa y efecto. Estas leyes son parte de la naturaleza del Creador del universo, y con el conocimiento de ellas, nos da grandes lecciones para la vida. Por ejemplo, una mala elección de pareja trae consigo un fracaso matrimonial, la falta de valores en la familia trae consigo una falta de respeto hacia los padres, la negligencia en el estudio trae consigo la deserción escolar,  así también en el trabajo trae consigo el que te despidan, etc.

 

Elena de White dice en el libro de la Educación lo siguiente: “Según las leyes de Dios que rigen en la naturaleza, el efecto sigue a la causa con invariable seguridad. La siega es un testimonio de la siembra. Aquí no hay simulación posible. Los hombres pueden engañar a sus semejantes y recibir alabanza y compensación por un servicio que no han prestado. Pero en la naturaleza no puede haber engaño. La cosecha dicta sentencia de condenación para el agricultor infiel. Y en su sentido superior, esto se aplica también al campo de lo espiritual. El mal triunfa aparentemente, pero no en realidad. El niño que por jugar falta a clases, el joven perezoso para estudiar, el empleado o aprendiz que no cuida los intereses de su patrón, el hombre que en cualquier negocio o profesión es infiel a sus responsabilidades más elevadas, y el hombre que conociendo las Escrituras no las obedece y hace caso omiso para que marchen las cosas sin existencia Dios,  puede jactarse de que mientras la falta permanezca oculta obtiene ciertas ventajas. Pero no es así; se engaña a sí mismo. El carácter es la cosecha de la vida, y determina el destino tanto para esta vida como para la venidera. La cosecha es la reproducción de la semilla sembrada. Toda semilla da fruto "según su género". Lo mismo ocurre con los rasgos de carácter que fomentamos. El egoísmo, el amor propio, el engreimiento, la propia complacencia, se reproducen, y el final es desgracia y ruina. "Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; más el que siembra para el espíritu, del espíritu segará vida eterna. No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos. Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe” (Gálatas 6:8-10).  El amor, la simpatía y la bondad, dan fruto de bendición, una cosecha imperecedera. En la cosecha, la semilla se multiplica. Un solo grano de trigo, multiplicado por repetidas siembras, cubriría todo un terreno de gavillas doradas. La misma extensión puede tener la influencia de una sola vida, y hasta de una sola acción. ¡Qué actos de amor ha inspirado, a través de los siglos, el recuerdo del vaso de alabastro roto para ungir a Cristo! ¡Cuántas ofrendas ha ganado para la causa del Salvador la contribución de "dos blancas, o sea un cuadrante", hecha por una pobre viuda anónima!...."El que siembra generosamente, generosamente también segará". Al esparcir la semilla, el sembrador la multiplica. Del mismo modo, al compartir con otros, aumentamos nuestras bendiciones. La promesa de Dios asegura abundancia, para que sigamos dando. Más aún: al impartir bendiciones en esta vida, la gratitud del que las recibe prepara el corazón para recibir la verdad espiritual y se produce una cosecha para vida eterna (La Educación, pp. 108-110).                                                                                                                       Quiero concluir ésta meditación de esta forma: cuando tu o yo somos una semilla de bendición, otros sembrarán lo mismo y así el bien será esparcido por doquier; tratar de vivir una vida ejemplar aquí en la tierra como hijos de Dios, nos ayudará a diseminar el Reino de los cielos porque los que vienen detrás de nosotros, nuestros hijos,  nos imitarán en carácter, bondad, palabrerías, buenas acciones y reproducirán todo lo que ven, oyen y hacemos, con sus familias; te invito para que busques a Dios todas las mañanas en oración y te consagres a él para que te va bien.  Que seas como Jesús, imites su Modelo y lo aceptes como tu Amigo, tu Salvador, tu Intercesor y tu Abogado. Dios te bendiga y esté contigo, con tu familia, tus negocios, tu trabajo y en todo tu caminar durante toda la semana. Tu amigo y hermano, Profr. Samarripa.