CRISTO, ESCUDO DE PROTECCIÓN.

«El SEÑOR es mi fortaleza y mi ESCUDO; en él esperó mi corazón, y fui ayudado. Por tanto, se gozó mi corazón y con mi canto le alabaré» (Salmos 28:7).

            La guerra que ocurrió en un principio en el cielo se pasó a la tierra, y ahora los soldados tienen que tomar una posición en la batalla: al lado de Cristo Jesús (Miguel) o al lado del Dragón (Satanás). ¿De cuál lado estás en este momento? Para luchar en la vida diariamente y poder vencer el mal, necesitamos estar siempre en comunión con Cristo. Entre más dialogues con el Gran Capitán mayor será tu confianza para ganar la batalla que tienes en tu interior: el miedo, el pánico, el temor a la enfermedad, el temor a seguir luchando y salir victorioso, la depresión por el encierro, el que, si sales y te infectas por el virus, tus preocupaciones, etc. Tienes a Dios a tus espaldas ¿Lo sabes?

            Un creyente con Dios a sus espaldas siempre es mayoría. Y, por muchos que haya del otro lado, tu siempre estarás seguro al lado de Dios. Las Escrituras dicen: “—¡No tengas miedo! —le dijo Eliseo— ¡porque más son los que están con nosotros que los que están con ellos! Entonces Eliseo oró: «Oh Señor, ¡abre los ojos de este joven para que vea!». Así que el Señor abrió los ojos del joven, y cuando levantó la vista vio que la montaña alrededor de Eliseo estaba llena de caballos y carros de fuego” (Ángeles) (2 Rey. 6:16-17). Estas palabras de Eliseo alientan a quienes luchan en el mundo por causas impopulares, a quienes se han acostumbrado a ser minoría en su sociedad, a ser unos pocos en medio de una “generación perversa” (ver Hech. 2:40) y temen ser vencidos. No importa los números: asegúrate de que Dios está detrás de ti, y ve “al campo de batalla” con confianza. Las Sagradas Escrituras lo confirman: “Tú siempre estás a mi alrededor, adelante y detrás de mí; siento tu mano sobre mí” (Salmos 139:5 versión Palabra de Dios para Todos (PDT). “¿Qué podemos decir acerca de cosas tan maravillosas como estas? Si Dios está a favor de nosotros, ¿quién podrá ponerse en nuestra contra?” (Romanos 8:31 versión Nueva Traducción Viviente (NTV). “Mas tú, oh SEÑOR, eres escudo en derredor mío, mi gloria, y el que levanta mi cabeza” (Salmos 3:3). “Mas yo en tu misericordia he confiado; mi corazón se regocijará en tu salvación” (Salmos 13:5). “Por tanto, mi corazón se alegra y mi alma se regocija; también mi carne morará segura” (Salmos 16:9).

            La humildad te dará una clara visión de tus pobres recursos para enfrentar desafíos inmensos, y levantará tu mano para que te aferres al brazo del Todopoderoso. El rey Asa vio que sus enemigos duplicaban su fuerza (Y salió contra ellos Zera etiope con un ejército de un millón de hombres), y Asa se preguntó: ¿Qué puedo hacer? Y la respuesta interior no se hizo esperar: “Me tomaré del brazo de Jehová” y Asá invocó al Señor su Dios, diciendo: «Señor, para ti es igual ayudar al fuerte que al débil. Por tanto, ¡ayúdanos, oh Señor y Dios nuestro, ya que confiamos en ti, y en tu nombre hemos venido contra este ejército! Tú, Señor, eres nuestro Dios. ¡Muestra que nadie puede oponerte resistencia!». Y el Señor deshizo a los etíopes delante de Asa…(2ª Crónicas 14:9-12 versión Dios Habla Hoy).

            Cristo también nos anima como animó al Apóstol Pablo diciéndonos: “…Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo. Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte” (2ª Corintios 12:9-10). Y el mismo Apóstol nos dice: “Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza. Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo” (Efesios 6:10-11).

 Cuanto más débil te sientas, más fuerte estás al lado de Cristo porque Él está contigo para sostenerte. “Con sus plumas te cubrirá, y debajo de sus alas hallarás refugio; escudo y baluarte es su verdad” (Salmos 91:4). Con él jamás tendrás miedo porque dirige la batalla de tu vida.  Y así como esos pequeños y ermitaños cangrejos desprotegidos, que ves en la orilla del mar, convierten los caparazones vacíos de los crustáceos en su fortaleza, tú, vulnerable, expuesto a la enfermedad o el virus, sin defensa ante esta pandemia, puedes encontrar tu refugio seguro al lado Cristo Jesús.

Hoy, puede ser un día histórico en el que salgas y regreses victorioso, y teniendo las vestiduras de la gracia de Cristo, los dardos del enemigo no te hagan daño. El Señor te dice: “Apóyate” en mí en todo momento y lugar.

 

Oración: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre; vengo ante tu presencia pidiéndote perdón por mis pecados, y si en algo he fallado, me cubras con la sangre de Cristo Jesús, tu Hijo. Y que sea su sangre un escudo de protección contra la pandemia, alrededor de mi casa, mis hijos, mis vecinos, mis amigos, los médicos y enfermeras que tienes al frente ayudando a todos los infectados, y todos aquellos que te invocan de todo corazón. En el nombre de Cristo Jesús. Amén.