EL AMOR ETERNO DE DIOS

Jehová se manifestó a mí hace ya mucho tiempo, diciendo: Con amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia” (Jeremías 31:3).

 

El libro de Jeremías, como prácticamente todos los libros proféticos, presenta mensajes de amonestación de parte de Dios, para que su pueblo se aparte de la rebelión, se arrepienta y se vuelva a él en procura de perdón, restauración y paz. Y estos mensajes duros, de juicio y advertencia, están bellísimamente mezclados con profecías de restauración, en las que Dios promete que su pueblo no tendrá que sufrir para siempre.

Su pueblo en aquel entonces vivía en pecado como hoy en día, la Babilonia antigua iba a destruir a Jerusalén: el templo del Señor hecho por Salomón, sus casas y su muralla; matar a espada a todos los rebeldes y llevarse cautivos a los pocos que quedaran. Pero ¿Por qué Dios permitía que su pueblo fuera llevado cautivo a Babilonia, en manos del Rey Nabucodonosor? La profecía dada a Jeremías, el profeta, decía: “Toda esta tierra será puesta en ruinas y en espanto; y servirán estas naciones al rey de Babilonia setenta años. Y cuando sean cumplidos los setenta años, castigaré al rey de Babilonia y a aquella nación por su maldad, ha dicho Jehová, y a la tierra de los caldeos; y la convertiré en desiertos para siempre” (Jeremías 25:11-12). El pueblo en aquel entonces había transgredido la Ley de Dios y por estos pecados Dios permitía que su pueblo fuera conquistado. ¿Cuáles eran los pecados de Israel en aquel entonces? Escrito Está. 

1) Transgredieron el segundo mandamiento que dice: “No te harás imagen alguna de lo que esté en el cielo, ni en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra; no te inclinarás a ellas ni las adorarás…” (Éxodo 20:4-6), y adoraban a la reina del cielo, título de Astarté, diosa de Babilonia y Asiria. Leamos lo que dice la Biblia: “La palabra que nos has hablado en nombre del Señor, no vamos a hacerle caso. Por el contrario, seguiremos haciendo todo lo que dijimos que haríamos. Seguiremos ofreciendo incienso y ofrendas de vino a la Reina del Cielo, como siempre lo hemos hecho y como lo hicieron nuestros antepasados, nuestros reyes y jefes, en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén, …” (Jeremías 44:16-17).

2) Transgredieron el cuarto mandamiento que dice: »Acuérdate del sábado, para consagrarlo al Señor. Trabaja seis días y haz en ellos todo lo que tengas que hacer, pero el séptimo día es reposo consagrado al Señor tu Dios. No hagas ningún trabajo en ese día, ni tampoco tu hijo, ni tu hija, ni tu esclavo, ni tu esclava, ni tus animales, ni el extranjero que viva contigo” (Éxodo 20:8-10); y no lo guardaban, sino que hacían negocios en vez de ir al templo a adorar. También dice la escritura: “Así me ha dicho el Señor: Ve y ponte a la puerta de los hijos del pueblo, por la cual entran y salen los reyes de Judá, y ponte en todas las puertas de Jerusalén, y diles: Oíd la palabra del Señor, reyes de Judá, y todo Judá y todos los moradores de Jerusalén que entráis por estas puertas. Así ha dicho Jehová, el Señor: Guardaos por vuestra vida de llevar carga en el día sábado, y de meterla por las puertas de Jerusalén. Ni saquéis carga de vuestras casas en el día de sábado, ni hagáis trabajo alguno, sino santificad el día de reposo, como mandé a vuestros padres. Pero ellos no oyeron, ni inclinaron su oído, sino endurecieron su corazón para no oír, ni recibir corrección” (Jeremías 17:19-23).

3) Cometían adulterio y andaban en mentiras: “Yo he visto a los profetas de Jerusalén hacer cosas horribles: cometen adulterios y andan en mentiras, animan de tal modo a los malvados que nadie se aparta de su maldad. Ellos y los habitantes de la ciudad son para mí como Sodoma y Gomorra” (Jeremías 23:14). “Porque hicieron maldad en Israel, y cometieron adulterio con las mujeres de sus prójimos, y falsamente hablaron en mi nombre palabra que no les mandé; lo cual yo sé y testifico, dice el Señor” (Jeremías 29:13).

4) Hacían todas estas abominaciones: adoban imágenes de cuadrúpedos y reptiles (Ezequiel 8:10, 12), las mujeres arrullaban a Tamúz, falso dios babilónico (Ezequiel 8:14), y los ancianos de Israel y todo el pueblo adoraban al sol, dando la espalda al Señor (Ezequiel 8:16).

Por todos estos pecados el pueblo de Dios fue destruido y llevado cautivo a Babilonia en aquel entonces (años 605-538 a. C.); y hoy en día igualmente, por estos pecados su pueblo se encuentra cautivo en el pecado en babilonia, que es el mundo y la confusión religiosa. Y como Babilonia va a ser destruida como en aquel entonces, Dios le dice a su pueblo: “Salid de ella, pueblo mío, para que no seáis partícipes de sus pecados, ni recibáis parte de sus plagas” (Apocalipsis 18:4).

En medio de este clima, Dios nos dice que su amor es invariable, imperturbable, y que es un amor eterno que siempre ha existido, que no tiene un origen, sino que siempre ha estado allí, sin un principio, gracias a su sabiduría infinita manifestada en su presciencia (capacidad de ver el futuro real, no un mero pronóstico), te conoce desde la eternidad. Siempre conoció tus luces: tus virtudes, tus talentos, tu belleza; pero también tus sombras: tus miserias morales, tus claudicaciones; así como también conoció tus dolores, tus tristezas y tus angustias. Y te ama, con todo esto, desde la eternidad; y su amor por ti durará por toda la eternidad futura. Nunca dejará de amarte porque su amor eterno no es condicional como el de los seres humanos, y está para darte una y otra oportunidad; todas las que necesites para ser salvo, a pesar de tus caídas, de tu posible abandono de Dios, de tus posibles fracasos morales y espirituales, de tus posibles períodos de desaliento y depresión, en los que quieres rendirte cuando te parece que ya no hay más esperanza para ti.

Que tu mente y tu corazón se concentren en Dios; en lo que él es, en cuánto te ama, y en todo lo que hizo y está dispuesto a hacer por ti, si se lo permites.