HACER AMIGOS PARA DIOS

 

Pero levántate, y ponte sobre tus pies; porque para esto he aparecido a ti, para ponerte por ministro y testigo de las cosas que has visto, y de aquellas en que me apareceré a ti, librándote de tu pueblo, y de los gentiles, a quienes ahora te envío, para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios; para que reciban, por la fe que es en mí, perdón de pecados y herencia entre los santificados” (Hechos 26:16-18).

Buenos días a todos mis amigos, hermanos, colegas y Maestros. En esta mañana quiero darles un resumen de la lección: “Hacer Amigos para Cristo” que repasamos durante estos tres meses. Y mi pregunta es: ¿qué pasaría si tú o yo no tuviéramos amigos? La vida no tendría sentido común porque los amigos hacen la diferencia en el vivir, en la felicidad, en las metas, en los planes de la vida, en las buenas y en las malas, nos inspiran, nos animan, nos aman, nos quieren, nos motivan, nos ayudan, están ahí cuando todos te abandonan, etc. Ahora imagínate que tus mejores amigos se pierdan espiritualmente porque tú o yo, sabiendo la verdad del evangelio nunca les hablamos para que se arrepintieran de sus pecados, enmendaran sus caminos y le entregaran su vida a Jesús y le aceptaran como su salvador personal. Que terrible, una pérdida tal que no tiene precio solo por negligencia de no haber conocido del amor de Jesús. Por el otro lado, recordemos estas lecciones que si bien las llevamos a la práctica nos pueden ayudar a salvar a otros y al mismo tiempo a salvarnos a nosotros mismos. 

 

1. ¿POR QUÉ TESTIFICAR? “Porque esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador, el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad” (1 Tim. 2:3-4). El gran anhelo de Dios es que todas las personas en todas partes del mundo respondan a su amor, acepten su gracia, sean transformadas por su Espíritu y sean salvas en su Reino. No tiene mayor deseo que nuestra salvación. Su amor no tiene límites. Su misericordia no tiene medida. Su compasión es eterna. Su perdón es inagotable. Su poder es infinito. A diferencia de los dioses paganos, que exigían sacrificios, nuestro Dios ha hecho el sacrificio supremo: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna” (Juan 3:16). Por lo que, testificar es hablar del amor de Jesús a otras personas de lo que ha hecho para salvarnos, de cómo ha cambiado nuestra vida, y de las maravillosas verdades de su Palabra, que nos dicen quién es él y la belleza de su carácter. ¿Por qué testificar? Porque amas a tu prójimo y así como Jesús te salvó, quiere salvar a otros. Las Escrituras nos dicen: “Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido” (Lucas 19:10). “Hermanos, si alguno de entre vosotros se ha extraviado de la verdad, y alguno le hace volver, sepa que el que haga volver al pecador del error de su camino, salvará de muerte un alma, y cubrirá multitud de pecados” (Santiago 5:19-20). “Que, si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación” (Romanos 10:9-10). Y al hacer esto, eres feliz y haces feliz a Dios porque salvas a tus amigos, como se muestra en estas parábolas: “la Moneda perdida, el Hijo Pródigo y la Oveja perdida”. En estas tres parábolas se dice: “Os digo que así habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan de arrepentimiento” (Lucas 15: 7, 10 y 24). Dios da las oportunidades y dondequiera que vivamos, trabajamos o andemos habrá personas con necesidades del amor de Dios. Háblales del amor de Jesús, y Jesús les dará su bendición.

 

2. EL PODER DEL TESTIMONIO PERSONAL. “Porque no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído” (Hechos 4:20). "Por sus frutos los conoceréis (Mateo 7:20). Cuando una persona se convierte a Cristo, lo busca todas las mañanas, escucha su Voz (las Escrituras) y los frutos del Espíritu están en su corazón: amor, gozo, paz, paciencia, bondad, fe, mansedumbre… (Gálatas 5:22-23). Por lo tanto, no pueden dejar de hablar del amor de Jesús. Y esto hace la diferencia, un testimonio personal. Dondequiera que estés, trabajes, vivas o vayas, el Espíritu Santo pone las palabras en tu boca para que hables de la vida de Jesús, cómo te ha transformado, y cambiado tu vida; y cómo antes eras mundano, ahora eres un hijo de Dios, solo por haber aceptado a Cristo Jesús en tu vida. La Biblia habla de Pedro y Juan en el día del Pentecostés, cuando descendió el Espíritu Santo: “Entonces viendo el denuedo de Pedro y de Juan, y sabiendo que eran hombres sin letras y del vulgo, se maravillaban; y les reconocían que habían estado con Jesús” (Hech. 4:13). La iglesia del Nuevo Testamento explotó en crecimiento. Hubo tres mil bautizados en el día de Pentecostés (Hech. 2:41); miles más fueron añadidos a la iglesia unas semanas después (4:4). Pronto las autoridades reconocieron lo que estaba sucediendo. Estos creyentes del habían estado con Cristo. Su vida había cambiado. Habían sido transformados por su gracia, y no podían guardar silencio. Estos creyentes eran nuevos en Cristo y tenían que contar su historia. Pedro, un pescador gritón, fue transformado por la gracia de Dios. Santiago y Juan, los hijos del trueno que tenían dificultades para controlar su temperamento, fueron transformados por la gracia de Dios. Tomás, el escéptico, fue transformado por la gracia de Dios. Los discípulos y los miembros de la iglesia primitiva tenían sus propias historias que contar, y no podían guardar silencio. Elena de White: “Tan pronto como uno va a Cristo, nace en el corazón un vivo deseo de hacer conocer a otros cuán precioso amigo ha encontrado en Jesús; la verdad salvadora y santificadora no puede permanecer encerrada en el corazón” (El camino a Cristo 66). Finalmente, la Biblia dice: “Por sus frutos los conoceréis” (Mateo 7:20).

 

3. VER A LAS PERSONAS A TRAVÉS DE LOS OJOS DE JESÚS. “Y les dijo: Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres” (Mat. 4:19). Jesús es el Maestro ganador de almas. Al observar cómo obraba Jesús con la gente, aprendemos cómo guiar a otros al conocimiento de la salvación a través de Jesucristo. Al viajar con él por las calles atestadas de gente de Jerusalén, los caminos polvorientos de Judea y las laderas cubiertas de hierba de Galilea, descubrimos cómo reveló los principios del Reino a las almas sedientas. Jesús veía a cada uno a través de los ojos de la compasión divina. Veía a Pedro no como un pescador rudo y ruidoso, sino como un poderoso predicador del evangelio. Veía a Santiago y a Juan no como radicales ardientes y de mal genio, sino como proclamadores entusiastas de su gracia. Veía el profundo anhelo de amor genuino y aceptación en los corazones de María Magdalena, la mujer samaritana y la mujer con el problema de flujo de sangre. Veía a Tomás no como un escéptico cínico, sino como alguien con preguntas sinceras. Ya sea que fueran hombres o mujeres, un ladrón en la cruz, o un loco poseído por demonios, Jesús los miraba a través de los ojos de la salvación. Veía a Saulo de Tarso (Pablo), no como un perseguidor de su iglesia sino como un ministro del evangelio. Te veía a ti, no por lo que eres sino por lo que puedes llegar a ser para Jesús.  Hay un dicho humano que dice: como te ven, te tratan. Sin embargo, Dios no es así, Él nos ve por la sangre de su Hijo Unigénito y es a través de SU Hijo como nos acepta tal como somos. Por lo tanto, ve a los demás como te ve Jesús. A David, lo vió conforme a su corazón “ Y Jehová respondió a Samuel: No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón” (1ª Samuel 16:7). También las escrituras dicen: “ Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas” (Mateo 7:20). Mira a las personas, no por su estatus social, su pobreza o riqueza, donde vivan o trabajen, ni por su religión o raza, míralas como te ve Jesús, a través de sus ojos.

 

4. EL PODER DE LA ORACIÓN: INTERCEDER POR OTROS. “Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho” (Sant. 5:16). Cuando los discípulos oraron (Hechos 4:31), fueron llenos del Espíritu Santo, y luego hablaron la Palabra de Dios con valor y confianza. Hubo una relación directa entre sus oraciones, el derramamiento del Espíritu Santo y la proclamación poderosa de la Palabra de Dios. “Los discípulos [...] no pedían una bendición simplemente para sí sino estaban preocupados por salvar a otras almas. Cuando buscamos a Dios e intercedemos por los demás, Dios obra en nuestros propios corazones para acercarnos a él y nos da la sabiduría divina con el fin de alcanzarlos para su Reino (Sant. 1:5). Él también trabaja poderosamente en su vida para atraerlos a él (1 Juan 5:14-17). Orar por tu amigos es pedir la bendición para sus familias y sus necesidades e interceder por ellos ante Dios en el nombre de Cristo Jesús.

 

5. TESTIFICAR CON EL PODER DEL ESPÍRITU SANTO. “Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos. Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen” (Hechos 2:1-4). Cuando inició la Iglesia Cristiana, fue el Espíritu Santo quien puso en los discípulos las palabras del evangelio para predicarlo en los diferentes idiomas de los judíos y gentiles que estaban reunidos en el aposento alto de las diferentes naciones. Y hoy en día, al igual que aquel entonces, se requiere la unidad con Dios, su Palabra, la paz y armonía con los demás para predicar el evangelio sino el Espíritu Santo no obrará a través de nosotros. 

 

6. POSIBILIDADES ILIMITADAS. “Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como él quiere” (1 Cor. 12:11). Dios nos llama a testificar por él (Hech. 1:8; Isaías 43:10). Testificar no es un don espiritual especial que solo poseen unos pocos elegidos. Testificar es el llamado divino de cada cristiano. Debemos ser “la luz del mundo” (Mat. 5:14). “Embajadores de Cristo” (2ª Cor. 5:20). Un “real sacerdocio y nación santa” (1ª Pedro 2:9) y de esta forma enseñemos al mundo a guardar sus mandamientos (Juan 14:15) y dentro de ellos, el sábado de Jehová, nuestro Dios. Este mismo Dios que nos llama a ser testigos y a servir nos capacita para la tarea. Él imparte dones espirituales a cada creyente (Romanos 12 y 1 Corintios 12). Dios no llama a los calificados. Él prepara y califica a los que han aceptado su llamado. Así como da la salvación libremente a todos los que creen, también les da sus dones libremente. Dice Elena de White: “Al consagrarnos a Dios y dedicar nuestra vida a su servicio, nuestras posibilidades de servir son infinitas. No tiene límite la utilidad de quien, poniendo el yo a un lado, da lugar a la obra del Espíritu Santo en su corazón y lleva una vida consagrada por completo a Dios” (Ministerio de Curación, pág. 116). “Todos somos miembros de la familia del Altísimo, y en mayor o menor medida tenemos talentos que él nos ha confiado, por cuyo empleo nos hace responsables. Ya sea que nuestros talentos sean grandes o pequeños, tenemos que emplearlos en el servicio del Señor, y debemos reconocer el derecho de los demás de emplear los talentos que se les han confiado. Nunca debemos despreciar el más mínimo capital físico, intelectual o espiritual” (Carta 260, 2 de diciembre de 1903). Dios llama a todos los que tengan un corazón sincero o disposición para servir, un talento, un oficio, una carrera, y que se convierta en un don, y así, se expanda el evangelio de Cristo y más personas sean salvas y de forma ilimitada se expanda la salvación. 

 

7. COMPARTIR LA PALABRA. “Así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié” (Isaías 55:11). Cuando testificamos, hablamos de Jesús. Pero ¿qué sabríamos de Jesús sin la Biblia? De hecho, ¿cuánto sabríamos sobre el Gran Conflicto; el amor de Dios; el nacimiento, la vida, el ministerio, la muerte, la resurrección y el regreso de nuestro Señor, si no tuviéramos las Escrituras? Aunque la naturaleza revela la majestad y el poder de Dios, no revela el plan de salvación. Jesús, a través de la Persona del Espíritu Santo, es “la luz verdadera que, al venir al mundo, alumbra a todo hombre” (Juan 1:9). Aun así, sin la Palabra de Dios para explicar completamente la verdad divina, la revelación del Espíritu Santo a nuestros corazones es limitada. La Palabra escrita de Dios es la revelación más clara y completa de Jesús, la Palabra viviente. Jesús dijo: “Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí” (Juan 5:39). Correctamente entendida, cada enseñanza de la Biblia refleja la belleza del carácter de Jesús. Cuando compartimos la Palabra de Dios, nuestro objetivo principal no es demostrar que tenemos razón y que la otra persona está equivocada; es revelar a Jesús en cada faceta de la verdad que compartimos. Hay múltiples beneficios en estudiar la Palabra de Dios. El apóstol Pedro nos dice que llegamos a ser “participantes de la naturaleza divina” (2ª  Ped. 1:4). Santiago habla de la “palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas” (Sant. 1:21). Pablo agrega que  “la palabra de su gracia [...] tiene poder para sobreedificaros y daros herencia con todos los santificados” (Hech. 20:32). La Biblia tiene un propósito redentor. Al ver a Jesús en toda la Escritura, somos cambiados. Al contemplarlo en su Palabra, llegamos a ser como él (2 Cor. 3:18). “Es una ley de la naturaleza intelectual y de la espiritual que llegamos a ser transformados por medio de la contemplación. La mente se adapta gradualmente a los temas en que se ocupa. Se llega a asimilar lo que se acostumbra amar y reverenciar” (Conflicto de los Siglos, pág.  611).

 

8. MINISTRAR COMO JESÚS. “Recorría Jesús todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo. Y al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas; porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor” (Mat. 9:35-36). La palabra “Ministrar” de acuerdo al Diccionario Enciclopédico de Biblia y Teología significa servir u oficiara los demás con las Sagradas Escrituras. Y el Método de Jesús se enfocaba en suplir las necesidades de los demás. Dice Elena de White: “El Salvador trataba con los hombres como quien deseaba hacerles bien. Les mostraba simpatía, atendía a sus necesidades y se ganaba su confianza. Entonces les decía: "Seguidme" (El Ministerio de Curación, pág. 102). Y esto lo desarrolló a través de su TRIPLE misión en la tierra: la Enseñanza en las sinagogas, la Predicación del evangelio y, la Sanidad de toda enfermedad y dolencia. ¿Quieres ministrar como Jesús? Sigue su ejemplo, como dice en su Palabra: “Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis” (Juan 13:15). Predica, enseña y ora para que los demás escuchen y vengas a los pies del gran Maestro de Galilea. ….

 

12.  UN MENSAJE QUE VALE LA PENA COMPARTIR. “Vi volar por en medio del cielo a otro ángel, que tenía el evangelio eterno para predicarlo a los moradores de la tierra, a toda nación, tribu, lengua y pueblo, 7 diciendo a gran voz: Temed a Dios, y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado; y adorad a aquel que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas. 8 Otro ángel le siguió, diciendo: Ha caído, ha caído Babilonia, la gran ciudad, porque ha hecho beber a todas las naciones del vino del furor de su fornicación. 9 Y el tercer ángel los siguió, diciendo a gran voz: Si alguno adora a la bestia y a su imagen, y recibe la marca en su frente o en su mano, él también beberá del vino de la ira de Dios, que ha sido vaciado puro en el cáliz de su ira; y será atormentado con fuego y azufre delante de los santos ángeles y del Cordero; … Aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y tienen la fe de Jesús” (Apocalipsis 14:6-10, 12). Hoy en día, el mensaje de los Tres Ángeles  es un mensaje de amonestación y llamado a nivel mundial para que la gente se prepare para la venida de Jesús.  El primer ángel (ver. 7), hace un llamado para conocer a Dios porque “el principio de la sabiduría es el temor a Jehová” (Proverbios 1:7), para darle gloria porque con tanta idolatría que existe, ya no se le da gloria a Dios. “Porque la hora de su juicio ha llegado”, hay una ley vigente, y esta es la Ley de Dios o los Diez mandamientos (Éxodo 20:3-17), y en base a esta santa ley se nos juzgará y se nos dará un veredicto de culpables o inocentes, depende de nosotros si obedecemos un “Escrito Está”.  “ Y adorad a Aquel que hizo los cielos y la tierra”, es volver al Jardín del Edén, al Génesis capítulos 1 y 2, donde vemos como hizo Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza, le puso una dieta vegetariana (Génesis 1:29-31) en el sexto día; y le puso el sábado como día de descanso (Génesis 2:1-3).  Adorad al Creador es adorad a Jesús.

 

13. UN PASO DE FE. “Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres” (Fil. 2:5-7).                                                      Y ¿cuál fue el sentir de Jesús? Desde toda la eternidad, Jesús era igual a Dios. Pablo declara esta verdad eterna en estas palabras: “El cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse” (Fil. 2:6). La palabra traducida “forma” es la palabra griega morphē. Significa la esencia misma de una cosa. “Esto coloca a Cristo en igualdad con el Padre y muy por encima de todo otro poder. Pablo lo destaca para describir más vívidamente las profundidades de la humillación voluntaria de Cristo” (CBA 7:160). Hablando de su naturaleza eterna, Elena de White agrega: “En Cristo hay vida original, no prestada ni derivada de otra” (DTG 489).

Jesús, quien era igual a Dios desde toda la eternidad, “se despojó a sí mismo”. Literalmente, se puede traducir como “vaciarse”. Jesús voluntariamente “se vació” de sus privilegios y prerrogativas como el igual de Dios para asumir la forma de un hombre y convertirse en un humilde servidor de la humanidad. Como siervo, reveló la ley del amor del Cielo al Universo entero y, finalmente, realizó el acto de amor supremo en la Cruz. Él dio su vida para salvar la nuestra, eternamente. La esencia del pensamiento de Jesús era el amor abnegado. Seguir a Jesús significa que amamos como él amó y servimos como él sirvió. Permitir que Jesús, a través de su Espíritu Santo, nos vacíe de la ambición egoísta nos costará. Le costó todo a Jesús. Pero las Escrituras dicen de Jesús: “Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre” (Fil. 2:9).

 

El cielo valdrá cualquier sacrificio que hagamos en la Tierra. Habrá sacrificios en el camino, pero las alegrías del servicio los superarán hoy, y la alegría eterna de vivir con Cristo por toda la eternidad hará que cualquier sacrificio que hagamos aquí parezca insignificante. Dios nos dirija y nos guíe.