EL ROSTRO DEL PADRE

«Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. Por tanto, no temeremos, aunque la tierra sea removida y se traspasen los montes al corazón del mar; aunque bramen y se turben sus aguas, y tiemblen los montes a causa de su braveza. [...] ¡Jehová de los ejércitos está con nosotros! ¡Nuestro refugio es el Dios de Jacob!» (Salmo 46:1-7).

 

“CASTILLO FUERTE ES NUESTRO DIOS, DEFENSA Y BUEN ESCUDO”

Estas fueron las palabras que inspiraron a Lutero a escribir «Ein feste Burgist unser Gott», el conmovedor himno de batalla de la Reforma. Y cuando hoy cantamos ese himno, expresamos nuestra esperanza, nuestra fe, nuestra confianza en «el Dios de Jacob», que es nuestro refugio, «Señor de Sabaoth, omnipotente Dios, él triunfa en la batalla». No es de extrañar que el Salmista exclame: «Por tanto, no temeremos». Martín Lutero llevó a cabo la Reforma Protestante y quitó toda la idolatría de su tiempo, y se enfocó en el estudio de la Biblia con su frase famosa: “Más el justo por la fe vivirá”. Y el mandamiento que le tocó reformar y que había sido echado por tierra por la Iglesia católica fue el Segundo Mandamiento de la Ley de Dios, que dice: “No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen, y hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos” (Éxodo 20:4-6). Y confió en que el Rostro del Padre, lo miraba desde los cielos.

 

En “Now Is the Hour. Llewellyn Wilcox” se cuenta un relato, enmarcado en la Segunda Guerra Mundial, de un padre y su niñita, que huyeron al refugio antiaéreo de su patio trasero durante la guerra relámpago sobre Londres. Sobre ellos llovía la muerte y la destrucción. La niñita estaba asustada. Con la esperanza de que ambos pudieran quedarse dormidos y olvidar su peligro por una noche, el padre puso a su hija en una de las camitas plegables, apagó la luz y se echó en la cama plegable contra la otra pared. Pero la niña no podía dormirse. El retumbar de los aviones en el cielo, la extrañeza del refugio con sus negras sombras y sin su mamá, era más de lo que podía soportar «Papá», susurró, tratando de que su voz llegase al otro extremo del habitáculo, «¿estás ahí?».

«Sí, cariño. Aquí estoy. Ahora duérmete», respondió él en voz baja. Y ella lo intentó. Pero, sencillamente, no podía. Y un ratito después aquella vocecita volvió a hablar: «Papá, ¿sigues ahí?». La respuesta de él fue rápida: «Sí, cariño. Estoy aquí. No tengas miedo; simplemente duérmete. Todo va bien». Y durante un tiempo hubo solo silencio, absorto cada cual en sus pensamientos.

Pero, por fin, cuando la quietud y la oscuridad ya no eran soportables, la voz de la pequeña, anhelante de consuelo, habló por tercera vez, «Papá», gritó ella, «por favor, dime solo una cosa más: ¿Tienes el rostro mirando hacia mí?». Y, atravesando la oscuridad, pronto vino la voz de su padre como respuesta: «Sí, cariño. Papá está aquí, y tiene el rostro mirando hacia ti». En un instante la niña se durmió, con la perfecta confianza de un niño pequeño.

 

De esta forma, Dios nos mira todos los días dándonos la confianza de que está ahí para cuidarnos, bendecirnos y darnos una esperanza en su Hijo Jesucristo. Dice la Escritura: “He aquí el ojo de Jehová sobre los que le temen, Sobre los que esperan en su misericordia, Para librar sus almas de la muerte. Y para darles vida en tiempo de hambre” (Salmos 33:18-19). “El ángel de Jehová acampa alrededor de los que le temen, Y los defiende. Gustad, y ved que es bueno Jehová; Dichoso el hombre que confía en él” (Salmos 34:7-8). “Claman los justos, y Jehová oye, Y los libra de todas sus angustias. Cercano está Jehová a los quebrantados de corazón; Y salva a los contritos de espíritu. Muchas son las aflicciones del justo. Pero de todas ellas le librará Jehová” (Salmos 34:17-19).           

“Porque: El que quiere amar la vida. Y ver días buenos, Refrene su lengua de mal, Y sus labios no hablen engaño; Apártese del mal, y haga el bien; Busque la paz, y sígala. Porque los ojos del Señor están sobre los justos, Y sus oídos atentos a sus oraciones; Pero el rostro del Señor está contra aquellos que hacen el mal. ¿Y quién es aquel que os podrá hacer daño, si vosotros seguís el bien?” (1ª Pedro 3:10-13).

“Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho” (Juan 15:7).

 

 

Que, en este día, al igual que Lutero en la Reforma Protestante, digas lo mismo pero que hagas “Una Reforma de tu Vida Espiritual”: Busca a Dios en oración (1ª Tesalonicenses 5:17), Escucha su Voz (Juan 5:39), Incrementa tu Fe leyendo las Escrituras (Romanos 10:17) y Guardando sus Mandamientos (Juan 14:15).  La vida es más bonita cuando buscas a Dios de todo corazón, cuando amas, cuando perdonas y no guardas rencor, cuando compartes la salvación y tienes a Cristo en tu corazón. Dios te bendiga y te guarde bajo tus Alas divinas y bajo su Abrigo. Bendiga tu familia y todas tus actividades en este día.