EL TOQUE DEL MAESTRO

 

“Vino a él un leproso, rogándole; e hincada la rodilla, le dijo: Si quieres, puedes limpiarme. Y Jesús, teniendo misericordia de él, extendió la mano y le tocó, y le dijo: Quiero, sé limpio. Y así que él hubo hablado, al instante la lepra se fue de aquél, y quedó limpio” (Marcos 1:40-42).

 

¿Te gustaría que Jesús te tocara en este día y te limpiara de toda enfermedad, dolencia, aflicción, temor o angustia? ¿Te gustaría que su brazo Todopoderoso se extendiera alrededor de tu hombro y te dijera: _ No te preocupes porque yo estoy contigo para ayudarte a escalar las montañas y obstáculos de tu vida que tú no puedes. Estoy aquí para ayudarte. 

 

En una subasta, se inician las ventas y empieza el subastador: _ ¿Quién da tanto dinero por esta pieza? Y empiezan a ofrecer los compradores; y así continua, hasta que encuentra un violín, con sus cuerdas flojas y todo desafinado, y empieza a ofrecer, pero nadie da nada. Entonces aparece un maestro, se para y toma el violín, lo ajusta de sus cuerdas y lo afina, y empieza a tocar hermosas melodías; y al escucharlo la gente empieza a ofrecer por aquel violín que no tenía valor; su precio se eleva hasta que alguien lo adquiere a un precio muy elevado y, se queda con él. Así es nuestra vida en la subasta de este mundo, el mundo no da nada por nosotros porque Satanás nos ha subestimado y no valemos nada; y muchos no tienen valí personal ni una esperanza, pero llega el Maestro Divino, y empieza a componer nuestras vidas y enderezar nuestros pasos cuando estábamos perdidos en el mundo del pecado, y darles un propósito de vivir; y al igual que al violín, empieza a tocar hermosas melodías en nuestras vidas, nos levanta la valía personal y ahora valemos mucho porque nos ha comprado con su sangre. Nos llena de felicidad, luchamos para seguir adelante, y todas nuestras aflicciones y enfermedades, ahora son llevadas por el Maestro Divino, tenemos una esperanza, porque Aquel que nos compró, nos vendrá a reclamar para su reino.

 

El leproso del pasaje bíblico para hoy, además del dolor de padecer su grave enfermedad, seguramente hacía tiempo que no recibía un abrazo o una caricia de nadie. Las noticias que le llegan le dicen que Jesús no rechaza a nadie; que ama a todos, y que vive desplegando un derroche de poder sanador y de amor por cuanta persona se cruza en su camino.

 

El relato nos dice que no solamente Jesús lo sanó y le dijo que lo quería sanar (“Quiero, sé limpio”, le dijo), sino también previamente “extendió la mano y le tocó”. Jesús sabía que el acto de tocar a este leproso le reportaría la crítica de los fariseos y del pueblo, ya que él mismo podría contagiarse de la enfermedad y convertirse así en transmisor de este flagelo. También sabía que, a los fines de lograr la sanidad, no era necesario en absoluto que lo tocara. Pero en este caso, a despecho de todas las expectativas sociales y religiosas de sus días, Jesús sabe que este hombre no solo necesita sanidad física, sino también emocional; Sentirse querido por alguien, que todavía es una persona que merece ser tratada como un ser humano y no como un monstruo. Jesús entonces, lleno de misericordia, tiernamente extiende su mano, lo toca y le dice con firmeza y amor la segura palabra: “Quiero”, y la orden divina, que atesora todo el poder de Dios: “Sé limpio”.

 

Los cristianos son como portaluces en el camino al cielo. Tienen que reflejar sobre el mundo la luz de Cristo que brilla sobre ellos. Su vida y su carácter deben ser tales que por ellos adquieran otros una idea justa de Cristo y de su servicio. Si representamos verdaderamente a Cristo, haremos que su servicio parezca atractivo, como es en realidad. Los cristianos que llenan su alma de amargura y tristeza, murmuraciones y quejas, están representando ante otros falsamente a Dios y la vida cristiana. Hacen creer que Dios no se complace en que sus hijos sean felices, y en esto dan falso testimonio contra nuestro Padre celestial. Satanás triunfa cuando puede inducir a los hijos de Dios a la incredulidad y al desaliento. Se regocija cuando nos ve desconfiar de Dios, dudando de su buena voluntad y de su poder para salvarnos. Es la obra de Satanás representar al Señor como falto de compasión y piedad. Tergiversa la verdad respecto a él… No es bueno reunir todos los recuerdos desagradables de la vida pasada, sus iniquidades y desengaños, hablar de estos recuerdos y llorarlos hasta estar abrumados de desaliento. El hombre desalentado está lleno de tinieblas, echa fuera de su propio corazón la luz divina y proyecta sombra en el camino de otros…El Hijo de Dios que dejó el trono de su Padre y revistió su divinidad con la humanidad para poder rescatar al hombre del poder de Satanás, ahora extiende su mano para darnos vida; su triunfo en nuestro favor  abre el cielo a los pecadores y revela a la vista humana la morada donde la Divinidad descubre su gloria; la raza caída, levantada de lo profundo de la ruina en que Satanás la había sumergido, es puesta de nuevo en relación con el Dios infinito, vestida de la justicia de Cristo y exaltada hasta su trono (Elena de White: El Camino a Cristo, pp. 118-119).

 

Así es Jesús. Él puede sanarte de tu lepra de pecado, si la reconoces y sientes la necesidad de ser limpiado y sanado de tus enfermedades. Pero, antes que nada, Jesús quiere poner su mano sobre tu hombro, tocarte con su amor divino y transmitirte la seguridad de que eres de su propiedad, que vales mucho para él, quien dio su vida en la cruz por ti, y que anhela verte feliz y libre de todo problema, y abrazarte cuando venga en su reino de gloria para vivir siempre contigo. Déjate tocar y abrazar hoy por Jesús y en todas tus aflicciones, enfermedades y problemas, tendrás paz.