EL SANTUARIO, MORADA DE DIOS 

 

«Y harán un santuario para mí, y habitaré en medio de ellos…. Mira y hazlo todo conforme al modelo que te ha sido mostrado en el monte» (Éxodo 25:8, 40).

 

¿Qué era el Santuario? Era el lugar donde Dios se manifestaba y comunicaba con su pueblo. La palabra "santuario," tal cual la usa la Biblia, se refiere, en primer lugar, al tabernáculo que construyó Moisés, como figura o imagen de las cosas celestiales; y, en segundo lugar, al "verdadero tabernáculo" en el cielo, hacia el cual señalaba el santuario terrenal. Una vez muerto Cristo, se terminaron todos los rituales que señalaban su venida porque a través de Él se cumplió todo. El "verdadero tabernáculo" en el cielo es el santuario del nuevo pacto, como dice la Escritura: “Y el templo de Dios fue abierto en el cielo, y el arca de su pacto se veía en el templo” (Apoc. 11:19). Cristo ahora ministra delante del Arca del Pacto que contiene la Ley de Dios.

Pero analicemos un poco el santuario terrenal. Después que Dios sacó a los Hebreos de Egipto, casa de servidumbre, Dios les dio los diez mandamientos, un pacto entre Dios y su pueblo, como dice la Biblia: “Y Jehová dijo a Moisés: Escribe tú estas palabras; porque conforme a estas palabras he hecho pacto contigo y con Israel. Y …  escribió en tablas las palabras del pacto, los diez mandamientos” (Éxodo 34:27-28). Ahora bien, este pacto declaraba el pecado: no tendrás dioses ajenos, no te harás imagen alguna de lo que esté arriba en el cielo ni las adorarás, no matarás, no cometerás adulterio, no mentirás, no codiciarás, etc. pero ¿cómo poder ser perdonados delante de Dios cuando transgredimos la Ley? Ah, para esto Dios le pidió a su pueblo que le hicieran un tabernáculo o santuario para morar con ellos y de esta forma aceptar sus sacrificios para el perdón de sus pecados.

 

Analicemos el santuario con cada una de sus partes y su significado:          I) EL ATRIO. Primeramente, tenemos la PUERTA que nos introduce al santuario representaba a Cristo Jesús. Él dijo en su palabra: “Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos” (Juan 10:9). La siguiente parte es el “Altar de los sacrificios"” donde se llevaban a cabo los sacrificios. Y de acuerdo al libro de Números 28:3-4 se hacían dos sacrificios de corderos diarios, dice la Escritura: “Y les dirás: Esta es la ofrenda encendida que ofreceréis a Jehová: dos corderos sin tacha de un año, cada día, será el holocausto continuo. Un cordero ofrecerás por la mañana, y el otro cordero ofrecerás a la caída de la tarde”. Asimismo, ahí se ofrecía el cordero pascual que igualmente señalaban a Cristo Jesús quien después muere en la cruz del Calvario por los pecados de la humanidad. Como dice la Escritura: “El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29). “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él” (Juan 3:16-17). La última parte del Atrio, es el "Lavacro" donde el Sacerdote después de haber hecho los sacrificios, se lavaba las manos de la sangre de los sacrificios, este simbolizaba el bautismo verdadero, cuyo rito nos señala que para poder ver a Dios tenemos que bautizarnos para el perdón de nuestros pecados. Juan el Bautista bautizaba para el arrepentimiento de sus pecados (Mateo 3:11); y los discípulos bautizaban para el perdón de los pecados y recibir el Espíritu Santo (Hechos 2:38).

 

II) EL LUGAR SANTO. Este contenía el “Candelero con siete brazos” y el ministerio del sacerdote era checar que tuviera suficiente aceite para alumbrar este espacio, este era también símbolo de Cristo cuando dijo: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Juan 8:12). En la parte derecha del lugar santo estaba “la Mesa de los panes de la Proposición” que contenía 12 panes y se cambiaban cada sábado como dice la Escritura: “Tomen harina de la mejor calidad y horneen con ella doce tortas, que pese cada una 4 kilos. Coloquen las tortas en dos hileras de seis sobre la mesa de oro puro, delante del SEÑOR…Colocarán regularmente las tortas delante del SEÑOR cada sábado lo pondrá continuamente en orden delante del Señor, en nombre de los Israelitas, como pacto perpetuo” (Levítico 24:5-6, 8). Estos representaban a Cristo Jesús como el Pan de Vida (Juan 6:35). Después a la entrada de la puerta del Lugar Santísimo, estaba el “Altar del Incienso” en el cual después de hacer todos los sacrificios y rituales, el sacerdote prendía el Incensario, del cual ascendía diariamente a Dios una nube de sahumerio junto con las oraciones de Israel, y hoy en día en el cielo representan las oraciones de los santos, que pasaba del Lugar Santo al Lugar Santísimo, donde estaba la presencia de Jehová. 

 

III) EL LUGAR SANTÍSIMO. En el lugar santísimo se encontraba el “Arca del Pacto”, cofre de madera preciosa cubierta de oro, depósito de las dos tablas de piedra sobre las cuales Dios había grabado la ley de los diez mandamientos. Sobre el arca, una cubierta del sagrado cofre, estaba el “Propiciatorio”, sobre el cual había dos querubines, uno en cada extremo y todo de oro macizo. En un principio cuando todo era perfecto en el cielo, uno de estos era Lucifer, y desde esta posición de luz celestial cayó. En este departamento era donde se manifestaba la presencia divina en la “Nube de Gloria” o “Shekina” entre los querubines. 

El santuario celestial, en el cual Jesús ministra, es el gran modelo, del cual el santuario edificado por Moisés no era más que trasunto o copia… El esplendor incomparable del tabernáculo terrenal reflejaba a la vista humana la gloria de aquel templo celestial donde Cristo nuestro precursor ministra por nosotros ante el trono de Dios. La morada del Rey de reyes, donde miles y miles ministran delante de él, y millones de millones están en su presencia (Daniel 7:10); ese templo, lleno de la gloria del trono eterno, donde los serafines, sus flamantes guardianes, cubren sus rostros en adoración, no podía encontrar en la más grandiosa construcción que jamás edificaran manos humanas, más que un pálido reflejo de su inmensidad y de su gloria. Con todo, el santuario terrenal y sus servicios revelaban importantes verdades relativas al santuario celestial y a la gran obra que se llevaba allí a cabo para la redención del hombre (Conflicto de los Siglos, p. 466).

 

Conclusión: Todos los días para entrar en la presencia de Dios, necesitamos entrar por la puerta, que es Cristo, para ser salvos; aceptar su sangre preciosa como sacrificio perfecto para ser perdonados y aceptados delante de Dios, el Padre; y ser rebautizados por el Espíritu Santo para sea nuestro Guía. Impregnarnos de la Luz que es Cristo y comer el Pan de Vida, que es su Palabra. Guardar sus mandamientos que no son gravosos, como dice la Escritura: “Si me amáis, guarda mis mandamientos” (Juan 14:15). Y que la gloria de Dios nos guíe y nos proteja de todo mal por los méritos de Cristo Jesús. Además, Cristo está en el Lugar Santísimo intercediendo delante del Arca del Pacto por ti y por mí. ¿Te gustaría aceptar todo esto? Dios te bendiga.