"LA BIBLIA y EL SEXTO MANDAMIENTO"             

 

VI. NO MATARÁS (Éxodo 20:13).

 

Nadie tiene el derecho de quitar la vida de los demás, todos tenemos el derecho de vivir, por eso Jesús vino a dar la vida para que vivamos tú y yo.  Está Escrito: "... Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengas en abundancia" (Juan 10:10). Si el que tiene el derecho de quitarla, la dio para que vivamos, entonces debemos amarnos los unos a los otros.     

                                                       

Este mandamiento protege la dignidad de la vida humana, nos pide un respeto supremo por ella, y considera una maldad muy grande el quitar la vida a otro ser humano o segar la propia. Aun cuando el tema merece una discusión más profunda, sus aplicaciones deberían ser consideradas seriamente, por los cristianos, en el momento de tomar decisiones en campos como el suicidio, la pena de muerte, el aborto, la eutanasia, las guerras.

Precisamente, este es uno de los mandamientos cuyo sentido profundo y amplio significado fueron explicados por nuestro Señor Jesucristo en el Sermón del Monte. Está Escrito: "Oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás; y cualquiera que matare será culpable de juicio. Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera que le diga: Fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego” (Mat. 5:21, 22). Por eso Jesús dijo: "Un nuevo mandamiento os doy que os améis los unos a los otros, que tengáis amor unos por otros. Y en esto conocerán que sois mis discípulos, si tuvieren amor los unos por otros (San Juan 13:34-35).

 

Pareciera, entonces, que el mandamiento “No matarás” significa “no odiarás ni dañarás o destruirás; ni la vida física, ni emocional ni moral de tu hermano, ni la tuya. Y en este sentido, muchas personas se quitan la vida cuando caen en las adicciones: ya sea el fumar, porque le reducen años a su vida y terminan con un cáncer pulmonar; el alcoholismo, porque con el tiempo terminan con una cirrosis hepática; la drogadicción, que te lleva a entrarle a la cocaína, ... terminando con lagunas mentales y la muerte. 

Nuestro Salvador sabe que la manera de lidiar con el mal no es usando como instrumento el mal mismo, sino el bien. Devolver mal por mal lo único que hace es retroalimentar la maldad, sumarnos a la maldad de otros, entrar en su juego y manejarnos con la misma moneda; es degradarnos, y permitir que el mal nos domine y se adueñe de nosotros, que nos venza en nuestro afán de ser personas buenas (ver Rom. 12:21).

 

Elena de White dice: “Todo acto de injusticia que contribuya a abreviar la vida, el espíritu de odio y de venganza, o el abrigar cualquier pasión que se traduzca en hechos perjudiciales para nuestros semejantes o que nos lleve siquiera a desearles mal, pues "cualquiera que aborrece a su hermano, es homicida" (1 Juan 3: 15), todo descuido egoísta que nos haga olvidar a los menesterosos y dolientes, toda satisfacción del apetito, o privación innecesaria, o labor excesiva que tienda a perjudicar 317 la salud; todas estas cosas son, en mayor o menor grado, violaciones del sexto mandamiento” (Elena de White: Patriarcas y Profetas, pp. 316-317).

 

Por eso, aunque Jesús comprende que en algunos casos nuestra indignación puede ser justa, nos invita a un camino más excelente: el camino del amor, del perdón, de la comprensión de nuestro prójimo, de la reconciliación, de la restauración de las relaciones. Ya se ocupará Dios, en su Juicio Final, de arreglar cuentas con los malvados, luego de haberles dado toda una vida para que se arrepientan; de hacer justicia; de vindicar a los hombres y a las mujeres de bien y buena voluntad. Dejemos nuestras ofensas en las manos de Juez de toda la Tierra, infinito en sabiduría, justicia, amor y misericordia. La ley se cumple, en una palabra: "ama a tu prójimo como a ti mismo". Dios te bendiga y te proteja de todo mal, y con Cristo Jesús hagamos la diferencia.