IGLESIA DE TIATIRA (Parte 5) 

«Y escribe al ángel de la iglesia en Tiatira: El Hijo de Dios…“Yo conozco tus obras, y amor, y fe, y servicio, y tu paciencia, y que tus obras postreras son más que las primeras” (Apoc. 2:19)

 

Saludos a todos y a todas... que tengan un bendecido día con la compañía del Señor Jesús a su lado como su Salvador. Hoy quiero continuar con el mensaje de la “Iglesia de Tiatira” sólo en el siguiente punto: 

 

4) EL MENSAJE: “Yo conozco tus obras, y amor, y fe, y servicio, y tu paciencia, y que tus obras postreras son más que las primeras” (Apoc. 2:19)

Después de que hemos analizado a la luz de la Biblia y la historia, la Iglesia en el tiempo Medieval simbolizada proféticamente como Jezabel, también quiero recalcar que mientras en Roma se desarrollaba la apostasía de Jezabel, símbolo de la Iglesia Católica Romana, al tiempo había un remanente de la Iglesia pura de Cristo que adoraban en los montes al norte de Italia y Suiza, los Valdenses. Dice la Biblia hablando de la mujer pura, porque la palabra mujer significa proféticamente un pueblo o una iglesia.

 

 “Apareció en el cielo una gran señal: una mujer vestida del sol, con la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas. Y estando encinta, clamaba con dolores de parto, en la angustia del alumbramiento. También apareció otra señal en el cielo: he aquí un gran dragón escarlata, que tenía siete cabezas y diez cuernos, y en sus cabezas siete diademas; y su cola arrastraba la tercera parte de las estrellas del cielo, y las arrojó sobre la tierra. Y el dragón se paró frente a la mujer que estaba para dar a luz, a fin de devorar a su hijo tan pronto como naciese. Y ella dio a luz un hijo varón, que regirá con vara de hierro a todas las naciones; y su hijo fue arrebatado para Dios y para su trono. Y la mujer huyó al desierto, donde tiene lugar preparado por Dios, para que allí la sustenten por mil doscientos sesenta días” (Apocalipsis 12:1-6).

 

A la mujer de apocalipsis 12, en la tradición la aplican literalmente a la Virgen María, pero en Apocalipsis, esto no se refiere a una mujer literal sino a un pueblo o Iglesia, por las siguientes características: a) Vestida de sol, representa la justicia de Cristo que rodea a su Iglesia, es decir, la luz del evangelio, su gracia como medio de salvación. Y esta mujer de Apocalipsis representa el pueblo de Dios tanto en el Antiguo Testamente como en el Nuevo Testamento, el pueblo de Dios. En el Antiguo Testamento, los Hebreos como el único pueblo portador de las Escrituras, que reflejan la gloria de Dios y anuncian la venida del Mesías para salvar a la humanidad. Dice el apóstol Pablo: “¿Qué ventaja tiene, pues, el judío? … Mucho, en todas maneras. Primero, ciertamente, que les ha sido confiada la palabra de Dios” (Romanos 3:1-2); y en el Nuevo Testamento, la Iglesia Cristiana que refleja la gracia y la luz de Cristo. B) La luna debajo de sus pies, representan las Sagradas Escrituras que reflejan el sol de justicia que es Cristo, reflejan el carácter de Dios. Dice la Biblia: “Lámpara es a mis pies tu palabra, Y lumbrera a mi camino” (Salmos 119:105). La Biblia es una lámpara que guía a la mujer hacia Cristo como el camino, la verdad y la vida; y representa proféticamente a su Iglesia. C) La una corona de doce estrellas sobre su cabeza es un símbolo del pueblo de Dios; primero, los Hebreos que surgieron de las doce tribus de Israel; y segundo, la Iglesia Cristiana que nació de los doce apóstoles que escogió Cristo Jesús para anunciar las buenas nuevas de salvación. Así que esta Iglesia huyó al desierto, un lugar apartado por Dios entre las montañas, para ser sustentada y que pudiera resguardar la verdad y predicarla conforme a un “Escrito Está”; y este pueblo o Iglesia eran los “Valdenses”.

 

Dice la historia: “AUNQUE sumida la tierra en tinieblas durante el largo período de la supremacía papal, la luz de la verdad no pudo apagarse por completo. En todas las edades hubo testigos de Dios, hombres que conservaron su fe en Cristo como único mediador entre Dios y los hombres, que reconocían la Biblia como única regla de su vida y santificaban el verdadero día de reposo. Nunca sabrá la posteridad cuánto debe el mundo a esos hombres. Se les marcaba como a herejes, los móviles que los inspiraban eran impugnados, su carácter difamado y sus escritos prohibidos, adulterados o mutilados. Sin embargo, permanecieron firmes, y de siglo en siglo conservaron pura su fe, como herencia sagrada para las generaciones futuras. La historia del pueblo de Dios durante los siglos de obscuridad que siguieron a la supremacía de Roma, está escrita en el cielo, aunque ocupa escaso lugar en las crónicas de la humanidad… (Elena White: Conflicto de los Siglos, p. 66).

 

Mas entre los que resistieron las intrusiones del poder papal, los valdenses fueron los que más sobresalieron. En el mismo país en donde el papado asentara sus reales fue donde encontraron mayor oposición su falsedad y corrupción. Las iglesias del Piamonte mantuvieron su independencia por algunos siglos, pero al fin llegó el tiempo en que Roma insistió en que se sometieran. Tras larga serie de luchas inútiles, los jefes de estas iglesias reconocieron, aunque de mala gana la supremacía de aquel poder al que todo el mundo parecía rendir homenaje. Hubo sin embargo algunos que rehusaron sujetarse a la autoridad de papas o prelados. Determinaron mantenerse leales a Dios y conservar la pureza y sencillez de su fe. Se efectuó una separación. Los que permanecieron firmes en la antigua fe se retiraron; algunos, abandonando sus tierras de los Alpes, alzaron el pendón de la verdad en países extraños; otros se refugiaron en los valles solitarios y en los baluartes peñascosos de las montañas, y allí conservaron su libertad para adorar a Dios….(Elena White: Conflicto de los Siglos, p. 69).

 

"LA IGLESIA DEL DESIERTO," y no la soberbia jerarquía que ocupaba el trono de la gran capital, era la verdadera iglesia de Cristo, la depositaria de los tesoros de verdad que Dios confiara a su pueblo para que los diera al mundo. Entre las causas principales que motivaron la separación entre la verdadera iglesia y Roma, se contaba el odio de ésta hacia el sábado bíblico. Como se había predicho en la profecía, el poder papal echó por tierra la verdad. La ley de Dios fue pisoteada mientras que las tradiciones y las costumbres de los hombres eran ensalzadas. Se obligó a las iglesias que estaban bajo el gobierno del papado a honrar el domingo como día santo. Entre los errores y la superstición que prevalecían, muchos de los verdaderos hijos de Dios se encontraban tan confundidos, que a la vez que observaban el sábado se abstenían de trabajar el domingo. Mas esto no satisfacía a los jefes papales. No sólo exigían que se santificara el domingo sino que se profanara el sábado; y acusaban en los términos más violentos a los que se atrevían a honrarlo. Sólo huyendo del poder de Roma era posible obedecer en paz a la ley de Dios. Los valdenses se contaron entre los primeros de todos los pueblos de Europa que poseyeron una traducción de las Santas Escrituras. (Véase el Apéndice.) Centenares de años antes de la Reforma tenían ya la Biblia manuscrita en su propio idioma. Tenían pues la verdad sin adulteración y esto los hizo objeto especial del odio y de la persecución. Declaraban que la iglesia de Roma era la Babilonia apóstata del Apocalipsis, y con peligro de sus vidas se oponían a su influencia y principios corruptores. Aunque bajo la presión de una larga persecución, algunos sacrificaron su fe e hicieron poco a poco concesiones en sus principios distintivos, otros se aferraron a la verdad. Durante siglos de obscuridad y apostasía, hubo valdenses que negaron la supremacía de Roma, que rechazaron como idolátrico el culto a las imágenes y que guardaron el verdadero día de reposo” (Elena White: Conflicto de los Siglos, p. 70).

 

Tras los elevados baluartes de sus montañas, refugio de los perseguidos y oprimidos en todas las edades, hallaron los valdenses seguro escondite. Allí se mantuvo encendida la luz de la verdad en medio de la obscuridad de la Edad Media. Allí los testigos de la verdad conservaron por mil años la antigua fe… En su fidelidad a la ley, los siervos de Dios tenían que ser tan firmes como las inmutables montañas… Daban gracias a Dios por haberles dado un refugio donde librarse de la crueldad y de la ira de los hombres. Se regocijaban de poder adorarle libremente. Muchas veces, cuando eran perseguidos por sus enemigos, sus fortalezas naturales eran su segura defensa. En más de un encumbrado risco cantaron las alabanzas de Dios, y los ejércitos de Roma no podían acallar sus cantos de acción de gracias. Pura, sencilla y ferviente fue la piedad de estos discípulos de Cristo. Apreciaban los principios de verdad más que las casas, las tierras, los amigos y parientes, más que la vida misma. Trataban ansiosamente de inculcar estos principios en los corazones de los jóvenes. Desde su más tierna edad, éstos recibían instrucción en las Sagradas Escrituras y se les enseñaba a considerar sagrados los requerimientos de la ley de Dios. Los ejemplares de la Biblia eran raros; por eso se aprendían de memoria sus preciosas palabras. Muchos podían recitar grandes porciones del Antiguo Testamento y del Nuevo… Los valdenses habían sacrificado su prosperidad mundana por causa de la verdad y trabajaban con incansable paciencia para conseguirse el pan. Aprovechaban cuidadosamente todo pedazo de suelo cultivable entre las montañas, y hacían producir a los valles y a las faldas de los cerros menos fértiles (Elena White: Conflicto de los Siglos, pp. 71-73). (Continuará). 

Analiza y reflexiona. Jesús dijo: “Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8:32). Dios te bendiga, y bendiga a todos tus seres amados, y a tus amigos. Ponga su mano sobre ti, te dé salud y te sane.